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Un Camino de la Muerte a la Vida

 

Un laberinto es un camino con propósito. Es un desvío breve y decidido del camino de la vida cotidiana; una oportunidad para detenerse, respirar y reflexionar sobre la vida.

 

El laberinto es un peregrinaje, pero no a un lugar lejano. Es un peregrinaje interior. Una peregrinación se considera un viaje a un lugar sagrado. El camino del laberinto nos lleva al lugar sagrado de nuestro propio corazón y nos da la pausa necesaria para recordar, reconocer y acoger la santa presencia de Dios en el centro de nuestras vidas.

 

Deja que el camino te lleve. El laberinto es un solo camino. Solo hay una forma de entrar y salir. No hay callejones sin salida ni giros equivocados. No hay manera de perderse. No es un rompecabezas por resolver. El camino te lleva al centro y vuelve a salir. Quédate en el centro el tiempo que quieras y sal cuando estés listo.

 

Frenar un poco, tranquilízate, respira. Tómate el tiempo para caminar despacio. Lleva un libro o cuaderno si quieres. Simplemente sigue el camino a tu propio ritmo y siéntete libre de parar tantas veces como quieras.

 

Hoy, el centro del laberinto representa la tumba. Antes de empezar el camino hacia la tumba, lee el siguiente pasaje:

 

La Muerte  [Mateo 27]

Desde el mediodía, toda la tierra quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde. Hacia esa hora Jesús gritó con fuerza:

— Elí, Elí, ¿lemá sabaqtaní?, es decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

Lo oyeron algunos de los que estaban allí y comentaron:

— Está llamando a Elías.

Al punto, uno de ellos fue corriendo a buscar una esponja, la empapó en vinagre y sirviéndose de una caña se la acercó a Jesús para que bebiera. Pero los otros le decían:

— Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.

Jesús, entonces, lanzando otra vez un fuerte gritó, expiró.

De pronto, la cortina del Templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló y las rocas se resquebrajaron.

El oficial del ejército romano y los que estaban con él vigilando a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que estaba sucediendo, exclamaron sobrecogidos de espanto:

— ¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!

 

La Muerte. Caminando lentamente hacia el centro, piensa en la muerte de Jesús:

  • Cómo puedo “compartir una muerte como la suya”? [Romanos 6]

  • ¿Hay cosas en mi que tengo que dejar morir para que pueda vivir una vida plena?

  • ¿Qué cargas llevo hoy?

  • ¿Cómo me siento entregándome al camino hacia la tumba junto con Jesús?

 

La Tumba. En el centro:

  • Pídale a Jesús que se lleve todas las cargas que quieras dejar en la tumba.

  • Sienta el silencio y el peso de la muerte.

  • Ahora, lee el siguiente pasaje:

 

La Vida  [Mateo 28]

Pasado el sábado, cuando ya apuntaba el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un fuerte terremoto, pues un ángel del Señor, que había bajado del cielo, se acercó al sepulcro, removió la piedra que cerraba la entrada y se sentó sobre ella. Resplandecía como un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los soldados que guardaban el sepulcro se echaron a temblar de miedo y se quedaron como muertos. Entonces el ángel dijo a las mujeres:

— No temáis. Ya sé que estáis buscando a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como anunció. Venid y ved el lugar donde lo habían puesto. Ahora marchaos aprisa y anunciad a sus discípulos que Jesús ha resucitado de entre los muertos y que va delante de ellos a Galilea. Allí lo veréis. Esto es lo que yo tenía que deciros.

 

Las mujeres se alejaron rápidamente del sepulcro y, asustadas pero al mismo tiempo llenas de alegría, corrieron a llevar la noticia a los discípulos.

 

En esto, Jesús les salió al encuentro y las saludó; ellas abrazaron sus pies y lo adoraron. Jesús entonces les dijo:

— No tengáis miedo. Id a llevar la noticia a mis hermanos. Decidles que se dirijan a Galilea; allí podrán verme.


 

La Tumba. En el centro (cont.):

  • Invita que el poder de la resurrección y la vida de Jesús te llene.

  • Quédate un rato en el centro y recibe lo que este tiempo tiene para ti.

 

La Vida. Caminando lentamente hacia la salida, piensa en la resurrección de Jesús:

  • ¿Cómo quieres “compartir también en su resurrección”?

  • ¿Qué palabra o imagen tiene Jesús para ti?

  • Recibe y abraza el consuelo, gozo, e inspiración que Dios tiene para ti.

  • ¿Cómo quieres vivir de manera distinta esta nueva vida plena?


 

Cuando llegues a la salida:

  • Sal y reza una oración final de gratitud.

  • Integra la experiencia con una reflexión continua, una oración o escribiendo en un diario.

Laberinto Arroyo Zambrano, Alhaurín de la Torre

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